(Marcos)
Iba caminando dirección a mi casa ya después de un largo día de trabajo. De repente una voz femenina me paró me agarró del brazo en un instante e intenté reconocer quien era aquella maravillosa mujer.
- ¿Marcos?- me dijo dudosa
Entonces caí en la cuenta, me vino la luz como quien dice. Elena, si, ahora me acordaba de su nombre, mi preciosa Elena. Estaba en Cádiz, también como yo. Era una alegría volver a verla. Estuvimos hablando durante unos minutos, su sonrisa me hipnotizaba. Era tan bella… Siempre estuve enamorado de ella, pero jamás tuve el suficiente valor de decírselo. Elena y yo íbamos en el instituto a la misma clase. Ella ya era guapa de por sí, pero ahora… ahora estaba magnifica, perfecta, con esa mirada tierna, con su sonrisa. Parecía una muñeca de porcelana. Éramos amigos por aquel entonces, siempre me ayudaba cuando los demás chicos se metían conmigo, pues yo no fui demasiado guapo en mi infancia. Pero ella siempre estaba allí apoyándome. Al finalizar los estudios nos separamos, no supe nada más de ella, la perdí para siempre y con ella mis esperanzas de poder amarla. Pero ahora… ahora la tenía delante, preciosa, bella. Increíble, mi sueño hecho realidad. No podía dejarla escapar, no ahora que por fin la había encontrado. Pero me acordé que tenía novio, por lo menos cuando estaba en Madrid salía con un tal David, asi que mi sonrisa desaparecía lentamente de mi cara. Me contó el por qué se mudó a Cádiz, como sus padres se separaron, como al poco falleció su madre… Me entraban unas ganas enormes de abrazarla. Seguramente habría sufrido mucho y ahora intentaba quitarle hierro al asunto. Poco después también me contó su ruptura con David…. ¿Ruptura? “Ósea que… han cortado”- pensaba para mis adentros. Bien por fin, ahora si que si, estaba sola, tenía una última oportunidad. No pude evitar ponerme furioso cuando me contó el motivo por el cual aquel cabrón la dejo. Idiota, solo por unos cuantos kilómetros. No se lo merece, ella no… Poco después me preguntó indirectamente si tenía novia. Yo sonreí por aquello, pues al menos notaba que le importaba cual era mi situación. No pude contenerme y la dije demasiadas cosas bonitas, palabras que no debería haberla dicho pues ahora sabría que me gustaba. Pero no pude evitarlo, cuando el amor aflora, no hay nada ni nadie que lo pare.
Estábamos a punto de despedirnos, tuve ganas de besarla, la ocasión lo pedía. Poco a poco me iba acercando a ella, pero en seguida vi su cara de sorpresa, susto, confusión. Y en un abrir y cerrar de ojos, vi como su bolso desaparecía de su brazo.
Automáticamente seguí a aquel ladrón, corría y corría. Tenía que recuperar el bolso de Elena, lo hice si pensar, la quería demasiado… Oí por detrás como ella grito mi nombre. Pero tenía que alcanzar al ladrón. Doblé la esquina y en dos zancadas conseguí inmovilizarle y tumbarle en el suelo. Le agarré las manos mientras le quitaba el bolso. No pude evitar darle unas cuantas bofetadas, se las merecía. Estaba furioso y le apretaba las muñecas con más fuerza para que no se moviera. De repente apareció ella, asustada, pero hermosa a la vez. Jadeante de haber corrido detrás mía. En cuanto me vio me preguntó preocupada y yo a ella. No estaba herida, ningún daño. Gracias a dios. Cogí el móvil y marqué el número de la policía. Ese ladrón se pudriría en la cárcel por molestar a mi querida Elena. En pocos minutos llegaron. Tuvimos que ir a comisaría para declarar. Elena ya estaba más tranquila, a veces la sujetaba con el brazo por detrás y ella me miraba agradecida. Se hizo tarde y la acompañé a casa andando. Yo me sentía bien a su lado, por fin había conseguido encontrarla, pero por otro lado, tenía miedo. Dudaba si contarle algo respecto de mis sentimientos hacia ella. Me centré en la realidad y me di cuenta que ya estábamos en su portal y ella intentaba convencerme para que me quedara a comer.
- Por favor Marcos, acepta mi invitación a comer, después de lo que me has ayudado no sé como recompensártelo, además así me cuentas más de ti, que hacía mucho que no nos veíamos- me pedía suplicante.
Al principio no quise, no quería molestar, y sabía que me iba a sentir algo incomodo a su lado sin decirle nada… tenía que confesárselo… Así que al final acepté a regañadientes y subimos a su casa. La comida estuvo deliciosa, era buena hasta cocinando, mi perfecta Elena… Yo hablaba poco, solo de temas triviales pero nada más. Aun seguía dándole vueltas a mi decisión. Al final, nos sentamos los dos en el sofá mientras intentábamos ver la tele. Notaba como de reojo ella me miraba preocupada, hasta que me habló:
- Marcos… yo… quería preguntarte si te preocupa algo, pues te noto ausente y preocupado, sabes que puedes contarme lo que quieras. ¿Es que no te ha gustado la comida? ¿O no te alegras de verme?- me preguntaba preocupada con esa cara tan angelical.
No pude evitar sonreír, cogerla del mentón y mirarla profundamente a los ojos. Intenté calmarla convenciéndola que no me pasaba nada, pero ella insistió… hasta qué una indirecta salió de mi boca. Al final, de una manera u otra le confesé que estaba enamorado de ella.
Vi su cara, entre confusión, duda, sorpresa… Tuve que explicárselo, pues no captó mi indirecta. Tenía miedo de que me rechazara, y aunque lo hiciera, de perderla como una gran amiga. En esos momentos me arrepentí de haber abierto la bocaza. Pero ella me explicó que aun no estaba segura, que no podía darme una respuesta, necesitaba pensar. Yo no le reproché nada y acepté su tiempo de espera. Antes de despedirme de ella, inconscientemente iba acercándome a ella, sentía su respiración muy cerca de mí. Quería besarla. Mi sorpresa fue que esta vez no se apartó, se dejo llevar. Aquella sensación era alucinante… Rozaba sus dulces labios, nuestras lenguas se encontraban mientras jugaban. Duró unos segundos pero fue algo maravilloso. Cuando nuestros labios se despegaron su mirada se cruzó con la mía, la deseaba, pero no quería hacerla sentir incomoda, así que me levanté y me despedí de ella mientras salía por la puerta. Unas horas increíbles a su lado, sin ni siquiera hacer nada, pero el simple hecho de verla me hacía feliz. Tenía que conseguir su amor… Pero no sabía cómo empezar… ¿O como seguir? Mientras pensaba en todo esto y en el dulce beso que hacía unos minutos Elena me había dado, llegué a mi casa.