Toda una vida luchando por alcanzar la felicidad siempre deseada, para conseguir al amor de su vida... Y tras ello, errores, traición, celos, muertes, infidelidad, venganza, caprichos... El no saber tomar buenas decisiones y no aclarar sus sentimientos, llevarán a Elena a tener un corazón caprichoso.



lunes, 27 de diciembre de 2010

"Corázón caprichoso" Capitulo 14: Primera parte

Nos bajamos del coche. Si, estábamos en… a todo esto no sabía donde era la fiesta… ¿En casa de Marta e Iván? Vaya fantástico. Así sería más acogedora. Decidí olvidarme por un momento de la conversación que tendría que tener con Marcos y Carlos aquella noche.  Cogí de la mano a Carlos hasta llegar a la puerta de casa de Marta. Nos abrió ella.
-        ¡Hola Marta!- grité abrazándome a ella- ¡cuántas ganas tenía de verte!
-        ¡Elena! Pensé que ya no vendríais- dijo mirando a Carlos levantando una ceja. Me imagino que os habéis entretenido ¿no?- dijo carraspeando.
-        Bueno si, la verdad que ha sido culpa mía- la dije haciéndole un falso puchero y mirando también a Carlos, que ya no tenía cogida su mano, pues no quería hacerle más ilusiones.
-        Bueno, no pasa nada dijo Marta por ser Carlos te lo perdono- le miró y mientras yo pasaba a la casa.
 Marta le dio dos besos a Carlos y pude escuchar que ella le susurraba algo al oído mientras se reía pícaramente y Carlos no podía evitar sonrojarse. Ya me podía imaginar lo que le había dicho, era mi amiga y la conocía como si de mi hermana se tratase. Algo así como: “Vaya, vaya Carlitos con que intimidando con Elena antes de venir a mi fiesta eh” o algo por el estilo.
Pasé al salón junto con Carlos y Marta y allí estaban todos. Habíamos sido los últimos en llegar, pero no me importaba mucho.  Vi a Iván que estaba con Oscar hablando. Los dos iban guapísimos y en cuanto me vieron me saludaron con la mano, pero Oscar en cuanto me vio vino a darme un gran abrazo y puso una sonrisa de oreja a oreja. Me alegraba tanto de verlo, había cambiado muchísimo, iba muy elegante, con traje y corbata, estaba fantástico.
-        ¡Elena! ¡Por fin te veo! Cuanto tiempo…- dijo dándome un abrazo.
-        ¡Oscar! Que ganas tenía de verte. ¿Cómo estás?- le pregunté separándome de él para quedarnos frente a frente.
-        Pues muy bien, ya he terminado con el trabajo, me dieron las vacaciones ayer y fue por eso que salí a celebrarlo con María y no te llame, lo siento.
-        No pasa nada tonto, hiciste bien, además yo me acosté pronto- mentí.
No era que me acostara pronto si no que no tenía ganas de hablar con nadie después de la llamada de David. David… Recordé que tenía que contarle a Oscar sobre su regreso, al igual que a Marta, pero no sabía cuál sería el momento más adecuado. ¿Al principio de la fiesta o al final?
-        Bueno, bueno ¿y como le va a la chica más guapa de Cádiz?- me preguntó sonriente.
-        Pues muy bien, aunque bueno, me temo que la felicidad ahora me viene demasiado junta y con problemas- agaché la cabeza.
-        ¿Y eso? ¿Qué ha ocurrido que no sepa Elena? ¿Es que te va mal con Carlos? Bueno… es que Marta me ha contado con más detalle - me preguntó cogiéndome de la barbilla para que pudiera mirarle.
-        Tranquilo, luego te cuento más tranquilamente, que ahora…- hice un gesto señalando a Carlos y Marta, para intentar explicarle que si no nos escucharían.
Él asintió y me dio un fuerte abrazo, alejándose hasta llegar a María, y yo también me adentré entre la gente para seguir saludando.
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Carlos estaba detrás mío hablando o haciendo como que hablaba con Marta, estaba escuchando toda la conversación que tenía con Oscar y pude ver que su ceño se arrugaba con una cara extraña, como si por dentro le molestara que estuviera hablando con él. Supuse que Marta se dio cuenta y le explicó que Oscar y yo solo éramos amigos y nos llevábamos como hermanos. Eso le calmó y siguió charlando tranquilamente con Marta. Carlos le contó el porqué de su retraso a la fiesta, todo lo que yo le había dicho hace media hora en el coche, el abrazo, el beso, mis lágrimas… Ella ponía una cara de confusión o más bien de enfado hacía mí. Yo la veía de reojo  y me supuse de que estaban hablando, pero pasé del tema y seguí sonriendo y saludando.
-        Pues Marta, me preocupa Elena, no sé qué le pasa, algo le ronda la cabeza, tiene miedo, está asustada, y según me ha dicho esta noche tendrá que hablar conmigo, o algo así. No la entiendo ¿Tu sabes algo?- le preguntó a Marta con tristeza.
-        Uff, Elena, ¿que la pasara? No tengo ni idea, anoche hablé con ella, pero estaba muy tranquila, muy feliz, la llamé para preguntarla qué tal le había ido aquella tarde contigo y se la veía muy enamorada. No sé que habrá podido pasar, ha tenido que ser hoy
-        Pero, hoy…, será esta mañana por que esta tarde no creo que le haya dado tiempo, a las ocho estaba en su casa recogiéndola.
-        No consigo averiguar que le puede pasar. Hablaré con ella tranquilo, espero que se solucione todo. Seguro que no es nada y volvéis a estar bien, además hacéis muy buena pareja Carlos y ella merece ser feliz y tú eres el chico adecuado.
-        Gracias Marta, yo… de verdad que me siento mal, no puedo hacer nada y por mucho que intento animarla no lo consigo. No te imaginas lo que me duele, la quiero Marta, la quiero con toda mi alma, no quiero separarme de ella y temo que esta noche algo malo pase.
Carlos no aguantaba más y una lágrima recorrió por su mejilla y para intentar taparse se abrazó rápidamente a Marta. Marta le daba ánimos y me miraba a mí de reojo con una mirada de: “Te voy a matar Elena, ya puedes contarme que ha pasado aquí”
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Mientras me adentraba en la fiesta, saludé a Iván que estaba divirtiéndose y tenía un vaso de vodka con coca cola en la mano, le pregunté qué tal estaba y poco más. Saludé a María, dándola dos besos y un abrazo y parándome a charlar con ella. Iba guapísima con un vestido verde claro por encima de las rodillas que la favorecía muchísimo, un semirrecogido que dejaba caer su pelo rizado y moreno, unos tacones de un verde mas oscuro y un bolso del mismo color. Preciosa la verdad. La pregunté qué tal estaba con Oscar y se la veía muy feliz.
-        La verdad que no me puedo quejar, Oscar es maravilloso, y bueno… nos cuida muy bien- dijo tocándose la barriguita sin dejar de mirarla.
-        ¡¡¿¿Cómo??!!- grité sorprendida.
-        Shhhh, calla Elena, que aun no quiero decirlo, luego cuando estemos todos juntos y reunidos lo diré. Guárdame el secreto hasta entonces por favor.
-        Si tranquila, entonces… ¿Estas embarazada María?- pregunté sorprendida.
-        Pues sí, estoy de tres semanas, aun Oscar no lo sabe, quiero que sea una gran sorpresa.
Realmente yo me alegraba muchísimo por los dos, eran tan felices, que la vida no les podía sonreír más. Mi mejor amigo Oscar iba a ser padre, y estoy segura que con lo que le gustaban los niños iba a ser un buen padre. Me sentía muy feliz por él, se lo merecía y María también.
Después de conversar con María seguí caminando, me encontré a todas las chicas: Inma, Sofí, Ana, Claudia, Raúl, Jesús, Jorge y… Marcos. Me entró un mal estar cuando vi a Marcos, me sentía mal conmigo misma, aun no le había dicho nada después de vernos aquel día y él me miraba con una sonrisa pero algo enfadado o molesto.

lunes, 20 de diciembre de 2010

"Corazón caprichoso" Capitulo 13: Segunda parte

Elena: Vestido de la fiesta
                                                                           
Antes de abrir corrí a la habitación y me puse los tacones, para después abrir. Y ahí estaba él, tan guapo, tan perfecto… Vestía unos pantalones chinos negros, y una camisa de cuello blanca con rayas azules. Parecía todo un caballero, bueno, más bien lo era. Era tan guapo, que casi se me caía la baba mirándole. Al cabo de unos minutos de silencio, yo callada admirando su belleza, habló él:
-        Ho.. hola Elena… Vaya estas… estas… ¡preciosa! Me dejas sin palabras…
-        Hola Carlos- dije sonrojada-me alegro de verte, gracias por el cumplido, tu si que estas guapísimo, me has dejado alucinada.
Se acercó poco a poco para besarme y aun sabiendo la mañana que había pasado con David y que iba a volver con él…, espera, ¿iba o había vuelto ya? No quería ponerle los cuernos, pero es que… cuando Carlos se me acercaba de esa manera no pensaba con claridad. De todas manera iba a hablar con él esta noche, no podía seguir estando con él si estaba David de por medio.
Así que sin pensarlo dos veces correspondí el beso de Carlos, un beso corto pero apasionado.
-        Bueno, ¿nos vamos preciosa? Vamos a llegar tarde- me dijo separándose de mis labios.
-        Si, enseguida, cojo el bolso y nos vamos.
Fui a la habitación, cogí el bolso y me despedí de Luna dirigiéndome a la puerta y cerrándola.
Carlos venía en su BMW negro precioso y lucía brillante como él. Yo andaba un poco nerviosa, nadie sabía del regreso de David, ni si quiera Marta que era mi mejor amiga, ni Oscar, y menos Carlos. ¿Cómo se lo tomarían? ¿Cómo se tomarían que hubiera vuelto con él? ¿Y Carlos? ¿Se enfadaría conmigo? No quería que me odiase, pero yo… sentía que amaba mas a David y le conocía de más tiempo y deseaba volver a vivir aquellos recuerdos del cajón que tanto daño me hicieron, pero no me importaba lo que había llegado a sufrir por él, porque ahora por fin saldría todo bien… ¿O eso pensaba?
Íbamos en el coche y yo seguía ausente, ensimismada en mi pensamiento. Él noto mi cara de preocupación y no dudo en preguntarme mientras iba conduciendo.
-        ¿Qué te preocupa preciosa?- me preguntó mientras me miraba rápidamente a los ojos, pues estaba conduciendo.
-        Nada, no te preocupes no me pasa nada, simplemente pensaba -le dije intentándole convencerle.
Pero Carlos de tonto no tenía un pelo y parecía que me conociese muy bien pues notó enseguida que algo me rondaba la cabeza y no era precisamente una tontería.
-        De verdad dime Elena, ¿Qué te pasa? Sé que estas dándole vueltas a un asunto. Se te nota en la cara.
En aquel momento pensé en aquella canción que decía: “Se te nota en la mirada que vives enamorada” Se la podría haber cantado libremente pero no estaba de humor.
-        Bueno, pues la verdad es que si, pero es que… es por ti Carlos, veras yo… - decía entrecortada pues no me salían las palabras- aun no estoy segura de lo nuestro. Yo no quiero perderte, yo no quiero que te enfades conmigo, no quiero que me odies y te canses de hablarme por lo que yo pueda decidir. Yo… -susurraba a medida que me quedaba sin palabras y, entonces, comencé a llorar.
-        Pero Elena, no llores por favor, ya sabes que no me gusta verte así. ¿Por qué dices que me enfadaré contigo? Elena yo jamás podría enfadarme contigo, pase lo que pase seguiré a tu lado, lo juro- dijo mirándome ahora mas fijamente.
Había detenido el coche, parecía que ya habíamos llegado pero mis ojos estaban empapados de lágrimas y no lograba localizar donde estábamos.
                                                   
-        No, por favor, no jures nada, no jures antes de saber de qué se trata. Esta noche…, esta noche lo sabrás, tendré que decidir según mis sentimientos, y por fin acabara este lio. No quiero haceros daño a ninguno pero yo…- susurraba pero Carlos podía oírme.
-        Preciosa, no entiendo nada, ¿tus sentimientos? ¿hacernos? ¿lio? Por favor Elena explícame que ocurre que no sepa.
-        No, lo sabrás pronto, mejor no preguntes y abrázame por favor, no quiero que esta sea la última vez que nos veamos, no quiero que sea la última vez que nos abracemos….- le dije con la cabeza agachada.
Él tenía una cara de preocupación, dolor y tristeza que no podía con ella. Aun seguíamos en el coche aunque ya parado. Y sin pensárselo dos veces me abrazo tan fuerte que sentía su respiración, sentía el latir de su corazón y eso me calmaba. Mis lágrimas caían por su hombro empapándole la camisa. “Pobre Carlos-pensé- él no se merece esto, con todo lo que me ayuda… Pero yo… no puedo hacer otra cosa, es mi corazón quien decide…, mi corazón caprichoso” Mientras, Carlos me tranquilizaba con dulces palabras.
-        Ya mi niña, ya está, ya pasó, no pienses más por favor y disfruta de la fiesta que nos espera.
Si, y que disfruta, eso era lo que menos iba a hacer. Tendría delante a Marcos, que aun seguía esperando mi respuesta, tendría a Carlos que estaría a su lado para después “darle calabazas” por así decirlo. Tenía a Marta que le contaría lo de David al igual que a Oscar. ¡Definitivamente aquella noche iba a volverme loca!
-        Gracias Carlos, yo… no olvides que siempre te quise, te quiero y te querré- le dije separándome de él para mirarle muy cerca a los ojos.
Aquel “te quise” le sonó raro pero no quiso discutirlo ni desaprovechar la oportunidad de que nuestros labios estuvieran tan cerca.
-        Yo si que te quiero mi amor, y ya te dicho que no tienes de que preocuparte, siempre estaré ahí contigo- me dijo dulcemente.
Esta vez me arranque yo y poco a poco fui acercándome para que nuestros labios se rozaran y acabáramos  sumergidos en un gran beso, en un beso tan apasionado que probablemente sería el último que tendría con Carlos. Quise aprovechar tanto ese beso, que creo que estuvimos casi diez minutos besándonos pegados. ¡Llagábamos muy tarde! Me aparté rápidamente de él, además de que porque eran las ocho y medía me entro culpabilidad por estar fallando a David con ese beso. Pero bueno aquel sería el último, además a David aun no le había perdonado, se merecía mi perdón y sabía que iba a demostrármelo.
Si, la verdad que en todo momento, David estaba presente en mi mente, no dejaba de pensar en él, de recordar momentos vividos en Madrid a su lado, de recordar aquella mañana que había pasado con él tomando café y diciéndome en otras palabras que quería volver a estar conmigo. Pero en el fondo tenía miedo, tenía el presentimiento que volvería a sufrir, seguramente porque volvería a hacerme daño, se cansaría de mí y se iría con otra mejor. Pero me daba igual, las ganas de estar con él superaban cualquier miedo.
-        Llegaremos tarde Carlos, siento interrumpir el momento pero… nos van a matar- le dije sonriente.
-        Tienes razón preciosa, vámonos anda.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

"Corazón caprichoso" Capitulo 13: Primera parte

(Elena)
Subí a casa y como ya era mediodía decidí hacer la comida. Recordé que la fiesta era a las ocho justamente cuando Carlos pasaría a recogerme. ¡Dios mío! Y aun no tenía pensado lo que ponerme, estaba claro que quería lucir un vestido, pues me encantaban para ocasiones como esas donde se reunía mucha gente y solía ser el centro de atención quien más guapa o guapo iba.
En ese momento sonó el teléfono. Era Oscar, me extrañó que me llamara a esas horas pero seguramente como ayer no había podido pues llamaría ahora.
-        ¡Hola Elena!
-        Hola Oscar, ¿a qué se debe tu llamada?- pregunté.
-        Ah ¿es que ya no me echas de menos? Como ayer no pude llamarte… pues te llamo hoy antes de vernos en la fiesta…
-        Eso sí, ¿y por qué no pudiste llamar ayer? A saber donde estarías pillín- dije riéndome.
-        Que va, yo soy un niño bueno, nada estuve cenando fuera con María, la llevé al restaurante más lujoso y el mejor hablado de Cádiz. Así la compensaría por lo ausente que estado con ella a causa del trabajo.
-        ¡Vaya, que romántico! Ha sido todo un detalle por tu parte, seguro que te lo agradeció mucho…
-        Uf, ni que lo digas, ya ves si me lo agradeció, ¡menuda noche!- reía pícaramente.
-        Jaja, ya puedo imaginármelo. Bueno, a todo esto te quiero ver guapo esta noche eh- le insinué.
-        Hombre por supuesto, y tu también ¡eh! aunque bueno tu ya eres guapa de por sí.
-        Que va no exageres, pero bueno lo intentaré.
-        Oye ¿quieres que te recoja y nos vamos en mi coche María tu y yo?- se ofreció.
-        Pues, muchas gracias Oscar pero el caso es que ya tengo acompañante, lo siento…
-        Uy uy uy alguien se me ha adelantado, ¿y de quien se trata si se puede saber?- preguntó curioso.
-        Pues… yo… bueno ayer conocí a un chico llamado Carlos, que me presentó Marta y bueno ambos nos hemos atraído y se ofreció para recogerme, ya que él también va a la fiesta.
-        Aahh, ya sé de que Carlos se trata, vaya vaya Elena, con que ya con pretendientes ehh. No, ya en serio, no sabes cuánto me alegro, que hayas sentado la cabeza y te hayas fijado en alguien que te merezca. Carlos es muy buen tío, te lo aseguro, somos amigos y es muy respetuoso, no sé, a mí me gusta para ti.
-        Bueno bueno Oscar, no adelantes acontecimientos, que de momento solo nos vimos un día, pero bueno la verdad que si me gustó…- le dije, aunque en parte le estaba mintiendo porque la atracción que sentí ayer hacia Carlos se había desvanecido al ver de nuevo hoy a David.
No iba a contarle ni media palabra a Oscar del regreso de David, si no me mataría, aun no…
-        Jaja, lo sabía, bueno ya se verá, pues ponte muy guapa para recibirle esta tarde- rió burlándose de mí.
-        Que gracioso, eso ya lo sabía yo, no hacía falta que me lo dijeras tonto.
Tras unos ratos de risas, nos despedimos, pues esa noche nos veríamos y ya charlaríamos tranquilamente.
Luna y yo comimos, comida diferente claro, y después yo me fui al salón a preparar ciertas cosas para la fiesta y ordenar un poco la casa. Aunque estaba algo cansada, pues aquella noche no había dormido bien, la verdad que ya llevaba unas cuantas noches así. Me levanté del sofá dispuesta a echarme en la cama, pero enseguida noté un mareo y dolor de cabeza. En cuanto se me pasó, me tomé una pastilla, cogí el móvil y me fui a la habitación para echarme un rato. Me puse el despertador para que me sonara en dos horas. Dos horas estaba bien, así luego por la noche no estaba cansada y disfrutaría de la fiesta.
Después de dormir un rato, sonó el despertador. Aun quedaba tiempo para que llegasen las ocho, pero decidí elegir ya el vestido que iba a llevar. Después de quince minutos indecisa, opté por mi vestido fucsia que era de noche y más bien para vestir un poco más. Me encantaba ese vestido pues me estilizaba mucho con unos buenos tacones, y como no, para los tacones yo era algo especial, siempre me gustaban bien altos aunque luego como todas me cansaba de ellos y solía echar unas manoletinas en el bolso. Dejé el vestido extendido encima de la cama con una torerita al lado blanca y unos tacones al pie de la cama, plateados con un brillante en el centro, preciosos. Mientras se acercaba la hora me puse a ver la tele y jugar con Luna.
Pero cuando quise darme cuenta era tardísimo.
-        ¡LAS SIETE Y MEDIA! Dios mío tengo media hora para ducharme, secarme el pelo, vestirme, maquillarme, peinarme y ufff…- gritaba mientras me dirigía corriendo hacia la ducha sin perder un minuto.
Me duche tan deprisa como pude, creo que en cinco minutos logré salir del baño, un record mundial para mí, pues tardaba bastante siempre. Me sequé corriendo y busqué histérica un conjunto interior en el cajón y unas medias. Tarde  bastante en ponerme las medias pues casi siempre las rompía, era bastante patosilla para eso. Me puse el vestido y me coloqué los pendientes, pulsera, collar y el reloj. El reloj… ¡Las 8 menos cuarto! Tenía quince minutos para arreglarme el pelo maquillarme preparar el bolso… ¡mierda, el bolso! ¿Y qué bolso? ¡Ah, ya esta!- decidí mentalmente cual ponerme, uno plateado para que conjuntara con los tacones. Me sequé el pelo y lo planché. Me maquillé en dos minutos: base de polvos maquilladores, sombra rosa, rímel, raya, colorete y carmín rosa claro.
-        ¡Fantástica Elena!- pensé para mí misma.- ¡Aghhh en punto! ¡Las ocho!
Busqué el bolso y metí el móvil, el monedero y el carmín rosa que me había dado.
Carlos estaría a punto de llegar, además tenía entendido que era muy puntual, pero me temo que en esos momentos la puntualidad no me venía nada bien.
¡Ding dong! ¡Mierda, ya estaba ahí!

lunes, 6 de diciembre de 2010

"Corazón caprichoso" Capitulo 12: Segunda parte

Me desperté con el ruido del despertador. Había dormido bastante. Una paz recorría mi cuerpo, aunque empezaban a aflorar los primeros síntomas de nerviosismo. Hoy era el día, el día en que volvería a ver a mi pequeña Elena, en el que intercambiaríamos palabras y tendría el gran honor de estar con ella de nuevo. Solo el hecho de pensarlo me iluminaba los ojos. Me di una ducha rápida fría para despejarme. Salí desnudo con la toalla frotándome la cabeza mientras me dirigía al armario a coger unos pantalones vaqueros en condiciones y un polo verde, mi preferido y mis deportivas de Nike. Me peiné por encima, dejando mi pelo un poco alborotado lo que me daba un aire sexy y alocado. Me eché un poco de mi colonia habitual “crossmen” y me dirigí a la cocina a por un vaso de leche. No quería desayunar más, total iba a tomar un gran café junto con Elena. “Elena… Elena… Elena…” se me dibujaba una sonrisa de nuevo.
Quería llegar puntual a su casa para recogerla a tiempo como todo un caballero. Así que cogí la cartera, el móvil y las llaves y salí de casa con rumbo a un solo destino. Ella. Iba ilusionado, contento, sin creerme aun que estaba en Cádiz, a su lado. El pensar que podría hacer borrón y cuenta nueva de todos mis errores me transmitía calma. Lo único que me faltaba era oír su perdón, oír un “está es la última oportunidad que te doy”. Sí, eso. Sería magnífico.
Pensando en todo esto llegue en un santiamén al piso de Elena. Llamé al portero y en seguida me abrió sin ni siquiera contestar. Subí las escaleras de dos en dos, a toda prisa, sin perder ni un segundo. Y cuando terminé de subir las escaleras allí estaba ella, asomando su cabecita por la puerta, hermosa, con unos pantalones cortos que dejaban contemplar sus admirables piernas y una camiseta básica. Sencilla pero preciosa. Así era ella y me encantaba. La saludé diciéndole lo guapa que estaba. Sonrojada se volvió para cerrar la puerta y comenzar a enseñarme el piso. Tenía una perrita que andaba por allí dando vueltas. Me fue enseñando las partes de la casa. Pero me di cuenta que estaba ella sola en casa. Me preguntaba donde estaría su madre, así que se lo pregunté. “Mi madre no está porque… se fue hace tiempo…”- me dijo apenada. Ahora lo comprendía todo. Su madre había muerto. No podía creérmelo. Su cabeza agachada, sus ojos vidriosos. “Has metido la pata hasta el fondo David”- pensé. Ósea que, primero la separación de sus padres. Después yo la dejo como un cabrón y encima se muere su madre y para colmo por cáncer. Le había destrozado la vida. Aquella pequeña y linda rosa lo había pasado mal, muy mal y todo por mi culpa. Empezaba a llorar así que se resguardo en mi abrazo ocultando sus lágrimas en mi hombro. Intentaba transmitirla calma con ese abrazo, seguridad, tranquilidad y sobre todo amor. Me culpaba por ello, me arrepentía ahora más que nunca de haberla dejado aquel día. Pero ella insistía en quitarle importancia al asunto recordando que aquello formaba parte del pasado. En esos momentos, inconscientemente una lágrima salió de mis vidriosos ojos para recorrer mi mejilla. El ver a Elena tan frágil, llorando en mi hombro y pensar que la mayor parte de culpa la tenía yo… Era insoportable. “Fuiste gilipollas David y mucho…”- me decía mi conciencia una y otra vez. Aun sigo preguntándome ¿por qué la dejaría? ¿Acaso se lo merecía? No, claro que no. Mi dulce Elena no se merecía sufrir. En ese instante ella me vio mi rostro con algunas lágrimas. Su cara era de sorpresa. Lo entendía. Jamás me había visto llorar en todo el tiempo que pasamos juntos y aquella escena le sorprendió. Intentaba tranquilizarme con su voz dulce y angelical. Y cuando se ponía así era inevitable no calmarse. Limpié mis lagrimas y enseguida nos fuimos hacía el café. Íbamos paseando hablando de cosas triviales. Reconozco que yo estaba espesito. Aun me sentía mal por el daño causado, la muerte de su madre, etc.  Pensaba y pensaba. Jamás lograría que Elena me perdonara. Iba cabizbajo sin atender a lo que ella me contaba hasta que llegó un momento que se dio cuenta. Noté como ella se paró me miró fijamente a los ojos con cierta cara de enfado por mi actitud. El caso es que me “regaño” por así decirlo, por seguir comiéndome la cabeza con aquello.
-          Por favor David, vale ya, no estés así que se me parte el alma. Escúchame, yo estoy dispuesta a perdonarte pero tendrás que ganarte mi perdón.
-          Yo…- dije mirándola sorprendido- Gracias Elena, eres estupenda, de verdad que te demostraré cuanto me arrepentí aquel día de dejar escapar a una chica tan maravillosa como tu- le dijo mientras en mi cara se dibujaba una sonrisa de felicidad.
Saltaba de alegría pro dentro ante aquellas palabras. Tenía una segunda oportunidad que no podía dejar escapar. Ahora era feliz. A partir de ese momento iba a demostrarla que aquel David cabrón y gilipollas que un día conoció y que la dejo tirada, había desaparecido completamente. Aquellos dos años alejados de ella me sirvieron bastante para recapacitar, pensar y aclarar mis ideas, pero sobre todo para arrepentirme más cada día que pasaba. Poco a poco notaba como Elena se acercaba lentamente a mi rostro. Fijaba su mirada en mis labios y en mis ojos a la misma vez. La miré fijamente a los ojos, mientras ella me transmitía sus deseos y sus pensamientos iguales a los míos. Lentamente nuestros labios se acercaban. Mi mano sujetando su mejilla le producía escalofríos. Y tiernamente me besó, con sus dulces y finos labios contagiándome de aquel deseo y aquella pasión que ella había comenzado. No recordaba la dulzura y la ternura de sus besos. Aquel beso demostraba que aun seguía queriéndome y por supuesto, yo a ella también. Después de unos segundos se separó de mi pidiéndome disculpas por aquel impulso. Como la quería…  Seguía siendo la misma Elena inocente, tierna y dulce que conocí en Madrid. Un beso que marcaría el principio de mi nueva vida aquí en Cádiz junto con la persona que más quería. Ella.
Llegamos al café y después de pedir, comenzamos a hablar. Ella me preguntó intrigada si ya tenía novia, pues quería asegurarse que no había metido la pata con aquel beso de antes. ¿Novia? ¿Estaba de coña? Jamás encontré a nadie como ella. Fue la única persona que dejó huella en mi vida. Con ella me sentía seguro, a gusto…  dejó el listón bastante alto en mi vida.
Se quedó más tranquila con mi respuesta. Le pregunté yo también a ella si había encontrado alguien mejor que este cabrón (yo).  Me dio un vuelco al corazón cuando me dijo que se le habían presentado oportunidades. Estaba claro. Ella es hermosa, no hay porque ponerse celoso David. Lo importante es que tenía el camino libre. Losé, suena fatal. Sabía que si hubiera llegado tarde y alguien formara parte de su vida no me quedaba otra que marcharme y dejarla ser feliz. Pero me sentía exitoso al haber llegado a tiempo y poder tenerla de nuevo conmigo, junto a mí. Estuvimos besándonos tiernamente en el café sin importarnos quien nos viera, demostrándonos el uno al otro el amor que ambos sentíamos. Aquella mañana fue estupenda. Llegó la hora de irnos. Por el camino yo la cogía de la mano para poder estar más cerca de ella. La miraba una y otra vez sin cansarme de observar esos preciosos ojos. La dejé en el portal de su casa. Me costaba mucho despedirme de ella. Por curiosidad le pregunté qué planes tenía para esa tarde si no podía quedar. Tenía una fiesta. De amigos. “Tranquilo David son solo amigos”- me repetía una y otra vez para calmarme y no ponerme celoso. No se había ido y ya la echaba de menos. Quería verla de nuevo. Otro día. Ella me prometió que nos veríamos otro día. Y así nos despedimos con un beso tras otro, lleno de pasión, ternura y amor. Y en unos minutos me marché dejándola allí en su portal con la mirada perdida en mí y yo con mi cabeza perdida en aquel inmenso beso. Aquel día había sido fantástico a su lado. “Ahora empieza tu nueva vida David. Lucha por ella.”- me dije para mí mismo.

martes, 30 de noviembre de 2010

"Corazón caprichoso" Capitulo 12: Primera parte

*****
(David)

Dudaba que hacer, no sabía si llamarla o no. Pero de alguna manera u otra tenía que avisarla de que por fin había vuelto a su lado, por fin estaba cerca de ella de nuevo. No había dejado de pensar en aquella mujer que me había hecho tan feliz hacía dos años allí en Madrid. Aquella muchacha tan dulce, hermosa y cariñosa que con solo su sonrisa me hacía el hombre más feliz del mundo. Después de dos años separado de ella, por fin había conseguido trasladarme por el trabajo. Me había costado convencer a mi jefe para poder elegir como destino Cádiz, pero al fin lo conseguí. Fue el mejor día de mi vida cuando me dijeron que empezaría a trabajar allí a partir de ahora. Algo que siempre había deseado durante dos años.
El dejar a Elena fue un error, un gran error que cometí aquel día. Se me partía el alma verla mal. Cuando salió corriendo con lágrimas en sus ojos, sin entender por qué, sin que lograra darla ninguna explicación. Fue algo que jamás me perdonare. ¿Por qué lo hice? Tenía miedo de sufrir si ella estaba lejos, pensaba que así sería lo mejor para los dos, no quería que sufriera queriéndome sin poder vernos. Pero al final mi intento de hacer lo mejor para mi querida Elena, fue en vano. Al final, pensando que yo sería capaz de seguir con mi vida, no pude. Era demasiado. Cada momento, cada lugar, cada cosa me recordaba a ella. Me venía a la mente esa dulce mirada, esos ojos color verde esmeralda con ese brillo especial que la hacía tan hermosa. Esos besos con sabor a frambuesa que me volvían loco, aquellos abrazos. Esos paseos por nuestro parque de siempre. Cuando se cabreaba conmigo, me encantaba la carita tan linda que ponía.
En todos estos años no había tenido valor ni fuerzas para llamarla, para al menos preguntarla qué tal le iba. Si, quizás penséis que fui un cobarde. Tenía miedo. No sé por qué, pero temía volver a oír su voz y arrepentirme más aun si cabía por haberla dejado escapar. Además siempre me preguntaba lo mismo. ¿Qué la diría después de tantos años? ¿Cómo reaccionaría ella? ¿Me cogería el teléfono? Por fin había llegado la hora de averiguarlo.
Decidido cogí el móvil y busque su número. Siempre lo conservé, incluso sus cartas, sus regalos, aquellas entradas de cine, todo lo que me recordara a ella. Nunca fui capaz de tirarlo. Significaba demasiado. Primer toque, nada. Segundo toque, tampoco lo cogía. Tercer toque, seguramente no querría hablar conmigo después de dos años. Cuarto toque… y descolgó
Hubo un silencio incomodo, en el que ninguno de los dos sabíamos que decir. Al final, me dispuse a hablar yo, era lo justo.
-        Hola- dije algo tímido.
-        Ho…hola- dijo ella sorprendida, tímida y con miedo.
Al principio  no reconocí la voz después de tantos años, aunque sabía que era ella la pregunté para comprobarlo.
-        ¿Elena? ¿Eres tú?- pregunte dubitativo.
-        Sí, soy yo- dijo al fin.
Ahora sí, era ella, estaba seguro. Aquella voz. Dulce y agradable voz. Después de tanto tiempo volvía a hablar con ella. No sabía que decirle. Mi mente se había quedado en blanco por un momento. Me hubiera gustado preguntarle miles de cosas, pero fui  paciente. Primero quise saber qué tal le iba en Cádiz. No le di ningún indicio a pensar que yo estaba también en la misma ciudad. Me contesto que ella estaba bien pero lo que me sorprendió fue su pregunta seria y borde. “¿puedo saber porque me has llamado después de tantos años? Por qué no me creo que me eches de menos…” Aquello me dolió. Pero era normal. Si yo fuera ella también me lo hubiera preguntado. Me imaginaba que estaba dolida. Pero intenté ser lo más amable posible, se lo merecía.
-        Bueno…, pues yo… quería llamarte porque ayer por fin me mude de Madrid, el trabajo me impedía quedarme más tiempo allí…
-        Ya, pero y a mi ¿que más me da donde te vayas? Es tu vida, ya todo se acabó y me da igual lo que hagas con ella.
Esa respuesta me llegó al corazón. Me dejaba claro que lo había pasado mal e intentaba  poner a su orgullo por delante para mostrarse fuerte ante mí. Lo comprendía, era normal. Me había comportado como un autentico cabrón y no merecía su perdón. Cogí aire para intentar decirle que estaba en Cádiz y no en Madrid. Al escuchar aquello se sorprendió. Su voz era de alegría, mezcla de nerviosismo, temor o miedo. Un poco de todo. Seguíamos hablando, me sentía confortable escuchándola. Deseaba verla de nuevo, aunque ella no tuviera esa misma ilusión. Hablando y hablando nos dimos cuenta que vivíamos en calles paralelas. En ese momento una sonrisa dibujo mi cara. “Increíble, el destino nos ha vuelto a juntar- pensé- si al menos pudiera perdonarme… no volvería a fallarla jamás” Al final logré convencerla para quedar y vernos una vez más. Aceptó, eso era lo más importante. Quedaríamos mañana por la mañana, pues por la tarde ya tenía planes. Me preguntaba qué tipo de planes tendría. ¿Habría quedado con algún amigo? Espera, un momento. ¿Y si tenía novio? No quería destrozarle más la vida, si tenía a otra persona lo entendería y me alejaría. Era lo que menos podía hacer después de todo. Tendría que descubrirlo mañana cuando la viera. Me ofrecía  recogerla en su casa y ella me dio el número del portal y el piso. Me sentía exitoso y a la vez con una inmensa felicidad. Era el hombre más afortunado del mundo por volver a encontrarla, por volver a escuchar su voz, a sentirla… Al rato colgamos ambos, la despedí con un beso de buenas noches, beso que ella no correspondió. Pero no pasaba nada, no quería rendirme. Necesitaba que Elena me diera otra oportunidad, la ultima para no fallar de nuevo.
Así que con este pensamiento en la cabeza me fui a la cama quedándome en bóxers y con mi mente llena de recuerdos y problemas. Pero lo más importante con su imagen en mi cabeza.
-        Mañana será un gran día…Si, lo será… -dije adormilado cerrando los ojos para caer en un sueño profundo con una sonrisa dibujada en mi rostro durante toda la noche.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

"Corazón caprichoso" Capitulo 11: Segunda parte

Aquellas palabras de David me sorprendieron tanto que incluso hicieron que me emocionara. Y poco a poco las lágrimas de felicidad salían por mis ojos sonriendo de oreja a oreja. Realmente no podía creerme lo que me estaba diciendo. ¡¿Quería que volviésemos?! Estaba que no cabía en sí de gozo y lo único que hice fue acercarme a él y darle un beso largo y apasionado con el cuál enseguida entendió mi respuesta. Quería volver a sentirle, volver a tenerle cerca, y ahora sí que sería para siempre. Aquella mañana si que era feliz, ya nada me importaba, no me importaba lo que mis amigas dijesen, incluso olvidé a Marcos, aun no le había dado ninguna respuesta, pero esta tarde tendría que decidirme. Me salté la promesa de Oscar: “No vuelvas a pensar en él más, ha sido un cabrón dejándote escapar”, esas fueron sus palabras, pero ya daba igual. Y Carlos, uff, también le quería pero… estando David ahora conmigo no me hacía falta nada más. Estaba siendo un poco egoísta por mi parte, pero era lo que deseaba, lo que deseé desde el día en que me dejó, y nadie me lo iba a impedir, aunque me quedara sola. ¿Es que nadie podría comprenderme? ¿No entienden lo que es el primer amor? ¿No comprenden cuanto le amo y cuanto me cuesta odiarle? Me da igual lo que pensaran.
Al fin, después de separarnos de ese  beso tan intenso, nuestras miradas solo transmitían sentimientos, amor, arrepentimiento, perdón… Pero aquel día decidimos que estábamos dispuestos a amarnos para siempre.
Después de un largo rato tomando café y charlando de todo un poco, pago él invitándome y salimos de aquel café, el cual a partir de esa mañana, pasaría a la historia. Concretamente a mi historia.
 Quiso acompañarme a casa pues total, su casa estaba una calle detrás y solo tenía que doblar la esquina.
Antes de despedirnos me preguntó.
-        ¿Volveré a verte? No te has ido y ya te echo de menos- me dijo con un puchero.
Aquellas palabras ya las había oído antes. Claro, Carlos me las dijo antes de despedirse de mí el primer día que nos vimos. Aiss, Carlos… David… ¿Con cual me quedaría?- pensé como si ambos fueran juguetes.
-        Claro que sí, cuando menos te lo esperes, te llamaré para quedar algún que otro día, pero esta tarde ya te dije que tenía planes.
-        ¿Pues que tienes tan importante si se puede saber?- preguntó David con curiosidad.
-        Pues una fiesta de amigos y amigas que hace mucho que no nos juntamos- sonreí.
-        Pues pásatelo muy bien, disfruta y ya hablaremos. ¡Ah! y que sepas que me alegra volver a verte y que aceptes que volvamos a estar juntos. No me imagino otra vez la vida sin ti, ya he pasado los dos peores años de mi vida, no quiero alejarme de la persona que amo.
Aghhhh, ¿es que siempre tenía que decirme aquellas cosas tan bonitas que me dejaban boquiabierta? ¡Ais…, pero que mono!- pensé.
-        Yo…, no quiero que te alejes tampoco pero ya te dije que tienes que currarte mi perdón, no doy mi brazo a torcer a la primera de cambio.
-        Lo sé, te conozco, pero aun así gracias por darme una segunda oportunidad, te aseguro que no te arrepentirás de este día- me dijo convencido.
-        Como quieras. Bueno no te entretengo que tendrás que hacer cosas.
-        Pues, aparte de mirarte toda la mañana no tengo nada que hacer, me quedaría así todo el día- me dijo acercándose poco a poco a mí.
-        Anda trolero. Aunque, bueno si estas así de cerca yo sí que me quedaría- sonreí pícaramente.
Sus brazos rodearon mi cintura, mis brazos rodearon su cuello y poco a poco nuestros labios se juntaron, un beso intenso apasionado, lleno de un fuego interno que nos quemaba a ambos, nuestras lenguas se encontraban y nuestros labios se mordían. Uff si es que besaba tan bien, había olvidado lo que me gustaban aquellos besos, eran tan especiales. En general, él entero era especial, me hacía sentir a gusto conmigo misma, cuando estaba con él sentía que pertenecía a otro planeta, que éramos solo dos personas en el mundo y nadie más existía.
Era algo maravilloso, poder sentirme como una reina a su lado, me daban escalofríos cada vez que me tocaba.
Nos despedimos lentamente en el portal de mi casa y él se marcho calle arriba, pero no deje de mirarle hasta que dobló la esquina, era guapísimo, me encantaban sus andares, eran bastante graciosos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

"Corazón caprichoso" Capitulo 11: Primera parte

Poco a poco fui enseñándole la casa y parece que le gusto a pesar de ser sencilla. Pero David era un chico que se fijaba bastante en los detalles y enseguida que vio que en la casa no había nadie a parte de Luna y yo no dudó en preguntar.
-        Por cierto, ¿Dónde está tu madre? ¿Es que trabaja?- preguntó curiosamente.
-        Pues no, no exactamente, no está porque… se fue hace tiempo…- dije agachando la cabeza.
-        ¿Qué se fue?- pero claro David no era tonto y me conocía perfectamente y cuando me veía con la cabeza agachada y triste es que algo iba mal- Espera, espera, me estás diciendo que tu madre…- pero no le deje terminar.
-        Si David, mi madre murió a los pocos meses de mudarnos aquí, tras la separación de mis padres ya sabes que tuvimos que mudarnos a Cádiz y bueno… al poco de llegar le detectaron algo tarde que tenía cáncer, no pudieron salvarla y murió…- le conté como pude, pues mis ojos se ponían llorosos.
-        Dios mío, yo… lo siento mucho, no sabía nada, debiste de pasarlo muy mal y no solo por eso si no también por mi culpa. Se te junto todo y…- me decía muy arrepentido y algo triste- me siento fatal por lo que te hice Elena, no te lo merecías y yo… yo fui un cabrón que te dejé cuando más apoyo necesitabas.
Yo seguía con los ojos llorosos y al escuchar aquellas palabras sentí la necesidad de llorar mas y mas y de abrazarle muy fuerte.
-        Yo…, yo…- pero no pude hablar más, me arranqué a llorar como una niña pequeña y le abracé lo más deprisa que pude para que no viera mis lágrimas.
-        Ya por favor no llores, que me siento fatal al verte así, no quiero que sufras más Elena, ya bastante has pasado. Espero que algún día puedas perdonarme- me susurró mientras me abrazaba.
Pero David no era de piedra y no pudo evitar que alguna que otra lágrima se resbalara por sus mejillas. Y cuando me separé de él para mirarle a los ojos vi que por sus ojos caían varias lágrimas y sentí lástima, me sentía mal verle así, realmente se notaba  que estaba arrepentido, pero no era justo que le perdonara tan fácilmente. Jamás había visto llorar a David, nunca desde el tiempo que le había conocido y aquello me conmovió, me extrañó y me dejo perpleja.
-        David, por favor, no llores tú también, no me gusta verte así. Además no te preocupes tanto por mi, lo pasado, pasado está y cada uno tenemos nuestras vidas, yo he aceptado la muerte de mi madre, y aunque me costó, acabé aceptando que tu también te fuiste de mi lado, pero no pasa nada, ya no es tiempo para arrepentirse- le dije con una sonrisa y secándole las lágrimas.
-        Pero yo… yo…, uff- dijo soltando un suspiro- está bien, llevas razón- dijo a regañadientes.
-        Venga anda vayámonos ya que al final se nos pasa la hora del café- dije sonriente.
David asintió y detrás de mí me seguía hasta la puerta. Salimos del portal y nos dirigimos al café que estaba dos calles más abajo. Por el camino apenas hablábamos, él aun se sentía fatal, iba con la cabeza cabizbaja, yo le miraba y me entristecía al verle así, así que en un momento le paré para que me mirara, le alcé la barbilla, le cogí de la mano con la mano que tenía libre y le dije seriamente:
-        Por favor David, vale ya, no estés así que se me parte el alma. Escúchame, yo estoy dispuesta a perdonarte pero tendrás que ganarte mi perdón.
-        Yo…- dijo mirándome sorprendido- Gracias Elena, eres estupenda, de verdad que te demostraré cuanto me arrepentí aquel día de dejar escapar a una chica tan maravillosa como tu- me dijo mientras por fin volvía a sonreír.
Nuestros rostros estaban muy cerca el uno del otro, sentíamos nuestras respiraciones y ambos teníamos dibujada una amplia sonrisa, por que por mucho orgullo que tuviéramos y por mucho daño que David me hubiera causado, aquellas palabras y aquella mirada me atontaban.

                                                                           
En esos momentos me dejé llevar por mi impulso, y al tener tan cerca los labios de mi querido David, no pude evitar besarlos. Un pequeño beso pero apasionado que él me devolvió de buena gana y cogiéndome de la cintura. Al poco de separarnos, me arrepentí de haberlo hecho. “¡No Elena, ya has caído en su trampa, no debiste hacerlo, no te dejes llevar!” mi conciencia me repetía eso y solo tuve palabras para pedirle perdón:
-        Yo… lo siento no debí hacer eso -dije agachando la mirada.
-        No, no lo sientas, ha sido precioso y te lo agradezco, no te imaginas cuanto te echaba de menos. Casi olvidaba lo bien que besabas- dijo con una sonrisa picara.
Volví a sonrojarme y de la mano llegamos caminando por fin al café. En el fondo me sentía exitosa, había vuelto a besar a mi amado, pero creía que no era lo correcto por qué quizás el ya no quería nada, o quizás tendría ya novia y… ¡Dios mío! Le había besado sin pararme a pensar si tenía novia.
En cuanto estuvimos sentados en una pequeña mesa y ya habíamos pedido los cafés, quise preguntarle discretamente si ya había encontrado una sustituta mejor que yo.
-        Lo siento, me acabo de dar cuenta que te he besado y tu novia como se entere me matará - dije algo tímida.
-        Jaja, no digas tonterías pequeña, yo no tengo novia todavía y no creo que jamás encuentre a alguien mejor que tu. Dejaste el listón bastante alto la verdad, y nunca conseguí olvidarte
-        Vaya… pues… yo… emm… gracias- dije roja como un tomate y sin saber que contestarle.
“Esto va mal Elena, muy mal ya empieza sus falsas palabras para embaucarte”-pensó una parte de mi. Pero no podía ser tan malo si me miraba con esos dulces ojos como si fuera un angelito  indefenso, inocente, capaz de no hacerme daño de nuevo.
-        Es verdad Elena. Y bueno… ¿tu? ¿Ya encontraste a un chico mejor que este cabrón?
No pude evitar reírme y poner un gesto de enfado.
-        No digas bobadas, pues bueno, se me han presentado ocasiones pero no son tan buenos como tú. Pero bueno, supongo que tendré que mentalizarme que lo nuestro acabó y ya no habrá nunca nada entre nosotros dos -dije algo triste.
-        Por favor Elena, no me digas eso. Si pudieras perdonarme y darme una segunda oportunidad. Yo… bueno, a mi… me encantaría volver a tenerte entre mis brazos, me encantaría continuar lo que dejamos parado durante dos años por mi culpa. Si tú quieres claro, pero bueno si hay otro lo entenderé y me alejaré de ti para no molestarte jamás. No me perdonaría que volvieras a sufrir de nuevo.