Toda una vida luchando por alcanzar la felicidad siempre deseada, para conseguir al amor de su vida... Y tras ello, errores, traición, celos, muertes, infidelidad, venganza, caprichos... El no saber tomar buenas decisiones y no aclarar sus sentimientos, llevarán a Elena a tener un corazón caprichoso.



lunes, 20 de junio de 2011

"Corazón caprichoso" Capitulo 26: Primera parte

Cerré la puerta y fuimos paseando tranquilamente de la mano, hablando, mirándonos, recordando bromas de la comida, recordando viejos momentos de cuando estábamos juntos en Madrid. Paseábamos por el parque mientras una brisa fresca removía mi pelo y hacía que sintiera escalofríos. Mientras caminaba agarrada de su mano cerraba los ojos sintiendo como el viento rozaba mis mejillas, mecía mi pelo. Pensaba, no quería que nada más saliera mal, ahora tenía la felicidad que había soñado siempre. Por fin, después de tantos años. Y ahora, aquí estoy junto con la persona que más quiero, paseando por las calles de Cádiz. Con el cantar de los pájaros, con el aroma a hierba fresca recién cortada, con el susurro del viento. Uno de mis mayores sueños hecho realidad. Deseaba en ese momento no despertar nunca.
Eran las seis de la tarde pero el calor había amainado.
Recordé que tenía que contarle a David mi desmayo de ayer pero no iba a contarle aun mi problema con Marcos, así que decidí saltarme que me lo encontré por la calle.
-        David, cariño. Yo… tengo que contarte algo. Bueno. es que… no te lo conté porque no quise preocuparte- le dije entrecortada.
-        ¿Qué pasa preciosa? ¿Te ocurre algo?- preguntó David preocupado mirándome a los ojos profundamente mientras seguíamos caminando pero muy despacio.
-        Pues veras, ayer cuando volvía del colegio por la mañana, iba por la calle y de repente note un mareo y me caí redonda al suelo. Bueno y luego aparecí en el hospital, estuve toda la tarde allí
-        ¡¡¿¿Qué??!!- me dijo sobresaltado y con las orbitas de sus ojos a punto de salirse-  Pero ¿qué fue lo que te paso? ¿Por qué te desmayaste? ¿Qué te dijeron los médicos? ¿Y porque no me avisaste cariño? ¿No te tengo dicho que me avises con cualquier cosa?- me dijo alzando la voz y realmente preocupado parándose en seco, apretándome la mano con más fuerza y mirándome a los ojos.
-        Bueno, tranquilízate, tampoco fue para tanto.
-        ¿Qué me tranquilice? ¿Tú quieres que me dé un ataque? ¿Y si hubiera sido más grave qué? No quiero perderte ¿lo sabes no?- dijo eufórico.

La verdad que David estaba preocupado, me miraba por todos los sitios en busca de algún síntoma o alguna seña que le hiciera ver que me pasaba. Decidí explicárselo detenidamente.

-        Veras… llevaba varios días sin comer nada y no dormía apenas después de la fiesta. Aunque ya antes tampoco es que comiera mucho. Porque la verdad es que me sentía sola- le dije sin terminar de explicarle.
-        ¡Pero Elena! ¿Por qué dejaste de comer y de dormir de esa manera? ¿Tú no te das cuenta que, tengas los problemas que tengas, no puedes poner en riesgo tu salud?- me decía David mirándome aun parado y con una mirada tierna pero preocupado y un poco cabreado.
-        Ya lo sé, pero no tenía fuerzas para seguir adelante con todo lo que tenía encima. Y bueno, los médicos me dijeron que fue una bajada de tensión y me tuvieron en el hospital hasta las ocho de la tarde más o menos.
-        Madre mía, y pensar que te podría haber pasado algo. Bueno ¿me vas a explicar por qué no comías ni dormías? ¿Tan grave era el problema?- preguntó intentando entenderme.
-        Bueno, ya te dicho. Me sentía sola y abandonada

Estaba claro que ahora tampoco quería que David se enterara de mis problemas en la fiesta con Marcos o Carlos, y tampoco quería decirle  que era por su culpa, por qué no le tenía conmigo antes de la fiesta, no quería decirle que todos esos dos años que había pasado sola aquí, había dejado de comer y dormir por su culpa. No era justo, sería demasiado cruel.
Pero solo tenía dos opciones: o le contaba que me había acostado con Marcos y que antes de que él llegara me había liado con Carlos… o le decía que me había dado una bajada de tensión por que le echaba de menos y no comía por su ausencia.

Ambas cosas estaban mal, muy mal. Si le contaba lo primero, quizás podría enfadarse y le perdería. Pero si le contaba lo segundo, se sentiría tan culpable, que podía dejarme para no hacerme más daño. Le conocía perfectamente y llegaba a ser tal la culpabilidad que se formaba en su cabeza, que se alejaba de las personas a las que consideraba que había dañado.

¿Qué hacia? Tenía que contestarle pronto. Pero deje que hablara él, así mientras, pensaba que inventarme. Ya le estaba mintiendo mucho, me sentía mal conmigo misma, sentía que le estaba fallando, me sentía una mentirosa, una mala  persona. El círculo de las mentiras se estaba agrandando a pasos agigantados y no podía hacer nada para pararlo, pues si dejaba de mentir, perdería a David. Y en esos momentos le necesitaba más que a nadie.
-        ¿Sola? ¿Pero sola por qué cariño? Sabes que ahora yo estoy a tu lado y que te quiero más que a nada. Además tienes a tus amigos, Oscar, Marta… Ellos te apoyan y te dan cariño, incluso cuando yo no estaba- me dijo susurrando esa última frase con cara de tristeza.
-        Bueno, no es ese tipo de cariño el que necesito. El cariño de amigos me calma, está bien, pero no es suficiente, con cariño me refiero a tu cariño. A ti. Yo, en esos momentos te necesitaba, te he necesitado tanto estos dos años. Por mucho que mis amigos me animaran, no podía sacarte de mi cabeza. Me sentía sola, desgraciada, fea… Sentía que nadie más sería incapaz de quererme y me derrumbaba a mi misma

“¡Ala! Elena, te has pasado, veras que culpabilidad le entra ahora”- pensé.
Si, me había pasado, pero fue lo primero y lo más adecuado que se me ocurrió decirle. Además, ahora intentaría arreglarlo… Haría lo que fuera para que no se fuera de mi lado nunca más.
-        Vaya… yo… ¡Dios! Soy un idiota, todo ha sido por mi culpa, has estado en el hospital por mi culpa. Esto es imperdonable- decía furioso y llevándose las manos a la cabeza, mientras empezaba a caminar deprisa y sin poder mirarme a la cara de lo arrepentido que se sentía.

Avanzaba, dejándome atrás, dirección a no sé donde, avanzaba deprisa sin rumbo fijo.
 Le había hecho sentirse culpable y ahora me había dejado ahí plantada. Pero no porque estuviera enfadado conmigo, todo lo contrario, estaba enfadado consigo mismo, no podía dar crédito a lo que había escuchado, sentía que casi me perdía de nuevo por su culpa.

“Tampoco ha sido para tanto, solo fue un desmayo”- pensó mi conciencia.

Debía alcanzarle, se estaba alejando, tenía que explicarle que no pasaba nada, que yo estaba bien y no quería que ahora se marchara de nuevo. Así que, en cuanto reaccioné, mis piernas se echaron a andar deprisa, hasta que llego un momento que corría, lo más rápido que mis piernas me dejaban, sentía como el viento ahora me azotaba el pelo más que antes, tenía los ojos vidriosos y cuando quise parpadear una lágrima recorría mi mejilla. Corría y corría hasta que logré alcanzarle cogiéndole del hombro para que parara y se girara mirándome a los ojos.
David tenía la cara llena de lágrimas, los ojos vidriosos, apretaba los dientes con fuerza, con rabia, los puños los tenía apretados, cerrados, como preparados para pegar a algo o a alguien. Estaba nervioso, notaba como no podía mirarme a los ojos durante mucho tiempo y evitaba mi mirada. Se sentía fatal consigo mismo, me había pasado, y para colmo no es que fuera mentira del todo pero había exagerado. Le había echado la culpa a él de mis problemas de salud. Dios mio, ¡estaba que explotaba! Pero tenía que hacerle sentir bien como fuera.
Le miraba a los ojos empapados de lágrimas. Le cogí la barbilla mientras con la otra mano le secaba las lágrimas.
-        David, tú no tienes la culpa de nada, te he dicho que no tienes por qué lamentarte, además esto me ha pasado por cabezota. Pero no quiero que te pongas así por mis tonterías, solo ha sido un desmayo, no es nada. No te preocupes por favor, no te vayas - le dije mientras otra lágrima recorría mi mejilla.
-        Pero, yo… yo te he hecho daño Elena, no quiero lastimarte más por mi culpa, si me alejo de ti, puede que no te pase nada- dijo cabizbajo.
-        No. No por favor David, si te alejas es entonces cuando puede que me pase algo y peor. Ya te perdí una vez, por favor no quiero perderte ahora por mi culpa. Prométemelo. Dime que te quedaras, que no te sientes culpable- le dije acercándome cada vez más a él.
-        Cariño, pero es que yo no quiero que te pase nada más. No lo aguantaría. Pero es que ¿cómo no quieres que me sienta culpable?- me dijo secándome una lágrima.
-        Por favor David, prométemelo, por favor- le repetí sollozando.
-        Uff - dijo suspirando y a regañadientes.- Está bien, te lo prometo cielo, no quiero que llores, no me merezco tus lágrimas.
-        ¡Gracias corazón!- le dije abrazándole tan fuerte como podía y empapando su hombro con mis lágrimas.- Perdóname, perdona por no haberte avisado, pero sabía que te preocuparías y tampoco quise alterarte.
-        Estas perdonada Elena, pero no me vuelvas a hacer esto de nuevo, si te pasa algo me llamas corriendo que yo acudiré en seguida. Y quiero que comas más y duermas mejor a partir de ahora, por favor- me dijo preocupado mirándome a los ojos.
-        Tranquilo, no volverá a pasar, te avisaré la próxima vez. Si, ya como mejor ayer empecé a alimentarme en condiciones y a dormir del tirón.
-        Menos mal. Te quiero mi vida- me dijo él acercándose a mí, sin dejar de mirarme a los ojos profundamente y dándome un apasionado beso que yo también correspondí.

domingo, 12 de junio de 2011

"Corazón caprichoso" Capitulo 25: Segunda parte

David y yo nos sentamos en el sofá y soltamos un gran suspiro.
-        Por fin a solas, lo estaba deseando- decía David riéndose y abrazándome.
-        Que mal educado eres. Aunque bueno… yo también lo estaba deseando- le dije pícaramente para después fundirnos en un apasionado beso.
Estuvimos hablando de la comida y todo lo que nos habíamos divertido. Él me conto que Oscar e Iván le habían caído genial y eran muy buenos chicos y que Marta era una chica fantástica al igual que María. Pero esta vez no me puse celosa, pues sabía que David, realmente solo tenía ojos para mí y de verdad me quería… ¿O tal vez me equivocaba?
Después de estar viendo una película tumbados en el sofá, abrazados, nos dieron las seis y decidimos irnos a pasear al parque y tomarnos algo en el velador de siempre, en el velador donde conocí a Carlos. Pensé en él por un momento, por fin se había arreglado todo. Como se preocupo por mí en el hospital fue algo que no me imaginaba. En esos momentos recordando aquel momento esbocé una pequeña y tímida sonrisa mientras aun seguía acurrucada bajo los brazos de David. Recordé el momento en que Carlos le dijo en el hospital a Marta que Marcos le había contado lo que le había hecho. Marcos…¿Por qué?- me pregunté. Y aun así, ¿aun sabiendo eso Carlos me había perdonado? Era algo extraño, los dos se llevaban muy bien cuando se conocieron; no me preguntéis cómo por qué no me contaron nunca como se conocieron, pero eso no es lo importante. Lo importante es que eran amigos inseparables, que jamás se fallarían, capaces de cumplir una traición, una promesa, capaces de guardar un secreto. Y lo que me preocupaba es que… Si, me perdono demasiado rápido, ¿Será cierto que en el fondo me había perdonado? Y si…, bueno ya sé que resulta una estupidez y algo cruel pero ¿y si no me ha perdonado por lo que le hice a su amigo Marcos? ¿Y si los dos ahora se vengaran de mi? Uno por aprovecharme de él aquella noche y otro por vengar la tristeza de su mejor amigo
-        ¡¡¡NOO!!!- dije sin querer en voz alta y pegando un sobresalto que notó David pues seguía abrazándome.
-        ¡Cariño! Ey, ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas tan asustada?- me preguntó David preocupado, mirándome a los ojos asustados y fijados en un único punto sin reaccionar a nada.
Pero yo seguía sin responder, estaba perpleja, tenía un mal presentimiento. ¿Y si aquello que pensaba se hacía realidad? ¿Y si era verdad que Carlos no me había perdonado y solo había fingido hacer las paces conmigo? Estaba al borde de darme un ataque de nervios, pero algo me hizo salir de mi pensamiento y volver a la tierra.
-        ¡Elena! Reacciona por favor, mírame, respira…- me gritaba David dándome pequeñas palmadas en la cara para que reaccionase.
David ya me había sentado en el sofá y sentí sus pequeñas tortas en la cara para hacerme reaccionar, sentía su aroma, su aliento, su respiración acompasada a la mía. Eso hacía relajarme y por fin logré hablar…
-        David.  Yo… lo siento- le dije mientras una lágrima empezaba a recorrer mi mejilla y las piernas empezaban a temblarme. Menos mal que estaba sentada.
-        Mi niña, ¿Qué te ha pasado? Me has asustado, ¿Qué tienes?- me preguntaba tan deprisa que se le juntaban las palabras.
-        Nada, no te preocupes, simplemente pensaba. Y tuve un mal presentimiento- le dije sin llegar a contarle en quien pensaba.
-        ¿Un mal presentimiento? Pero ¿Cuál?- me preguntó impaciente.
Estaba claro que no iba a contarle nada más a mi querido David, no quería que se enterase de lo que ocurrió la noche de la fiesta, se pensaría que era una caprichosa, que me acostaba con todos y que a él tampoco le querría. Y si seguía hablando estaba segura que al final, con la capacidad de convicción que tenía David, iba a acabar sacándomelo. Así que le mentí, no tenía otra opción, aunque en el fondo me dolía muchísimo verle así de preocupado y tener que mentirle era algo superior. Bien decían que una mentira lleva a otra y a otra más grande. Y no quería que eso me pasara con él, pero no veía otra salida. Ya caí en mi propio error, ahora tenía que salir de él lo más discretamente posible y sin remover nada más.
-        Pues, veras siento que algo malo va ocurrir entre tu y yo- le dije lo primero que se me vino a la cabeza.- Y yo… no quiero que me dejes, no quiero que vuelvas a irte de mi lado, no lo aguantaría, por favor no te vayas David- mentí lo mejor que pude.
En parte, no le había mentido del todo, realmente ese no fue mi presentimiento, pero de vez en cuando aquello también lo pensaba para mis adentros. Asique no fui tan mentirosa, lo hacía por una buena causa. Si David se enterara de lo de Marcos, me dejaría para siempre y aquello si que no me lo perdonaría.

-        Mi niña, eso no pasará jamás, te lo prometo, no tendría valor para dejarte de nuevo, siempre estaré contigo, no te preocupes cielo. Sabes de sobra que te quiero
-        Lo sé, pero yo…- y comencé a sollozar. Solo de pensar que por cualquier cosa David podría separarse de mí de nuevo, me entraban escalofríos y mi cuerpo no reaccionaba, solo podía llorar y gritar.
-        Ey… cálmate pequeña. Ya está, no pasará nada- me dijo acurrucándome entre sus brazos, mientras yo apoyaba la cara en su pecho.
Poco a poco, al sentir los latidos de David sonar en mi oído, me fui calmando. Le quería tanto… siempre lograba tranquilizarme, hacerme feliz hiciera lo que hiciera. Aunque a veces tenía miedo de no corresponderle como se merecía ¿Y si realmente no le quería como creía y solo era otro capricho como Carlos o Marcos? No, no, eso no podía ser, David era diferente a ellos, no sé, lo era todo para mí, me importaba más que nadie… Formaba parte de mi corazón y no de mis caprichos.


-        Perdóname, me he comportado como una cría, pero tenía  tanto miedo…- le dije mientras intentaba mirarle a los ojos.
-        No tengo nada que perdonarte, es normal, pero puedes estar tranquila, yo nunca me iré de tu lado- me dijo el suave, tiernamente y muy cariñoso mientras me sujetaba el mentón con una mano y con la otra me secaba las lágrimas que me quedaban en la mejilla.
Después de estar un rato abrazados y que consiguiera calmarme, decidimos irnos, pero antes fui a retocarme el maquillaje pues seguramente el rímel se me habría quitado de tanto llorar. Le deje esperando en el sofá mientras me dirigía al baño a mirarme en el espejo.
-        ¡Qué horror!- pensé en alto. Tenía los ojos hinchados, rojos, la raya se me había quitado y de restregarme los ojos los tenía negros. Parecía un monstruo. No sé como David pudo mirarme con esa cara… ¿Tanto había llorado? Parecía ser que si…
Me lavé la cara y volví a maquillarme, pero esta vez decidí no pintarme la raya, pues como me diera por llorar otra vez me iba a pasar lo mismo. Así que solo resalte mis ojos con sombra clarita y un poco de rímel en las pestañas. Volví a darle carmín a mis labios para darles un tono más sexys y carnosos. Por último me peine, estirando mi larga melena, me eché colonia y salí del baño. Regresé al salón donde estaba David esperándome sentado, más bien recostado  en el sofá.
-        Bueno, ¿nos vamos cariño?- le dije mientras cogía el bolso de encima de la mesa del salón.
-        Si, claro, estaba esperándote- dijo mirándome- Vaya, ahora estas mucho mejor, sin lagrimas ni pegotes negros del rímel- dijo mientras se acercaba a mi riendo y bromeando y me cogía por la cintura.
-        Jum… No tiene gracia, no sé cómo has podido mirarme antes con la cara que tenía. Estaba horrible- le dije con un tono triste y tapándome la cara con las manos.
-        Pero que tontita eres… ¿No te das cuenta que yo te sigo queriendo estés como estés? Te encuentres fea o te encuentres guapa, yo siempre te encontrare hermosa… No lo olvides- dijo quitándome las manos de la cara y dándome un profundo y tierno beso después.
-        Mmm… creo que sí, ya me voy dando cuenta- le dije saboreando ese dulce beso y sonriendo.
-        Venga vámonos preciosa que tengo ganas de dar una vuelta contigo- dijo sonriéndome y sin dejar de cogerme por la cintura.
-        Si, y yo también, vámonos. Adiós Luna, ahora venimos pequeña.
-        Adiós perrita- se despidió David.

domingo, 5 de junio de 2011

"Corazón caprichoso" Capitulo 25: Primera parte

Marta y María veían mi cara de asombro y sonreían, mientras Marta me dijo a oído: “Fíjate que padrazo puedes tener si quieres”. Yo sonreí y seguimos escuchando.
-        Si, llevas razón. Seguiré tu consejo, seguro que funciona. Gracias tío, parece que manejes bien este tema- dijo Oscar dándole un gran abrazo a David.
-        Que va, pero sé como se sienten las mujeres con ese tema. No hay de que para eso estamos- dijo David.
-        No te preocupes Oscar, David lleva razón- dijo Iván dándole una palmadita en la espalda en forma de ánimos.
-        Bueno ¿Y tu y Elena? ¿Qué tal estáis juntos?- preguntó Oscar.
-        Pues muy bien tío. Aun han pasado pocos días pero la quiero muchísimo y ahora que la tengo aquí conmigo todo es distinto. Estuve dos años allí en Madrid arrepintiéndome una y mil veces por haberla dejado escapar. No sé porque lo hice. Fue peor. Y ahora que sé que nada ni nadie nos separará, soy el hombre más afortunado del mundo por tenerla. No dudes que la cuidaré, puedes estar tranquilo, no me perdonaría que sufriera de nuevo y menos por mi culpa. Es tan hermosa, tan delicada, la amo y haré lo que haga falta para demostrárselo- terminó de decir David mirando a sus dos nuevos amigos.
¡Madre mia! ¡¿Pero que estaba oyendo?! Una gran declaración de amor de David ¿a mi? ¿Yo? No podía creérmelo. Lloraba de felicidad, tenía a mi lado a la persona más valiosa y que mas me amaba. “Te amo”- susurré. Se lo merecía todo, David se merecía mi amor y se lo iba a dar, ya nada me lo impediría.
-        Vaya, vaya David, me has dejado impresionado- dijo Iván boquiabierto.
-        Ya ves, eso ha sido muy bonito tío, la verdad es que se nota que la quieres y me alegro por los dos. Elena se merece ser feliz de una vez y no me cabe duda que contigo lo será- terminó la conversación Oscar.
Marta, María y yo que seguíamos tras la puerta, nos miramos y decidimos que ya era el momento para aparecer y hacer como si no hubiéramos escuchado nada.
Los chicos nos vieron aparecer a las tres riendo y cuchicheando y se levantaron a saludarnos. Cada uno dio un apasionado beso a su respectiva chica. Un beso largo, lleno de amor y pasión. Como si no nos hubieran visto desde hace tiempo.
-        Bueno, bueno ¿y este recibimiento? Que solo os hemos dejado solos quince minutos- les dije.
-        Eso digo yo- dijo María.
-        Ya pero sin vosotras quince minutos se hacen eternos- dijo David sonriéndome y cogiéndome por la cintura.
-        Es cierto, ya os echábamos de menos- dijo Iván
-        Si, es verdad, creíamos que ya os gustaban más los platos que nosotros- bromeó Oscar como era propio de él.
-        Jamás, vosotros sois nuestros tesoros y no los platos- dijo Marta riéndose- ¿verdad chicas?
-        Pues claro que si, menudas tonterías tenéis- dijimos María y yo, mientras yo miraba a David y le besaba de nuevo.
Después de reírnos por los comentarios, Oscar decidió que María y él debían marcharse para que ella pudiera descansar y Marta e Iván tenían que hacer recados y comprar así que también decidieron marcharse.
-        Bueno… nosotros nos vamos a ir parejita- dijo Oscar dirigiéndose a mí y a David- que seguro que tendréis cosas que hacer además de cocinar- dijo riéndose- y además quiero que María se eche la siesta un rato- dijo mirándola con cara tierna.
-        Pero que pesado te pones cariño… Anda que…, pero bueno no te lo voy a negar, porque la verdad es que estoy algo cansada y eso que aun no tengo tripita- decía María  riendo y acariciándose la barriguita.
Todos reímos y pronto Marta e Iván también se despidieron.
-        Si, nosotros también nos vamos que tenemos que hacer recados y comprar ¿verdad cielo?, asique os dejamos solos ya- dijo Marta mirando a Iván y después a mi para levantarme una ceja.
-        Si, si Marta lleva razón, además tenemos cosas que hacer en casa- se apresuro a decir Iván.
Ambas parejas querían dejarnos solos lo más pronto posible y no sabían que excusa poner para salir de mi casa. Yo me reía por dentro de ellos, no se les daba bien fingir.
-        Lo que vosotros digáis chicos ocupados- decía sin parar de reír.- Vaya prisa que tenéis eh…- les dije a todos mientras cogía a David por la cintura.
-        ¿A que si cariño? Parece que algo se traman ¿no crees?- decía David bromeando.
-        Si, yo creo que algo de eso, si.
-        Venga no digas tonterías enana, que es verdad, además tenéis que descansar, tu sobre todo Elena- me dijo Oscar carraspeando para que David no se diera cuenta a lo que me refería- y también necesitáis un poco de intimidad ¿no crees David?- dijo mientras le miraba y le levantaba una ceja.
-        Si bueno… no nos vendría nada mal- dijo él riéndose y mirándome para después darme un pequeño beso.
-        Definitivamente nos vamos todos- añadió María.
-        Si, venga, ya nos vemos chicos y quedaremos para otro día reunirnos todos que me ha encantado la comida, vaya cocinero estas echo eh tio...- dijo Oscar mientras le daba un codazo a David.
-        Bueno se hace lo que se puede- dijo él sonrojado.
-        Venga tio, ya hablaremos, toma mi móvil que tenemos cosas pendientes, ¿verdad Iván?- dijo Oscar mientras le daba una tarjeta con su número.
-        Ahhh, claro es verdad, toma también el mío- dijo Iván entregándole a David también otra tarjeta.
-        Muy bien, ya hablaremos mas tranquilamente, gracias chicos, me ha encantado conoceros- dijo David estrechándoles la manos a los dos.
-        Igualmente- dijeron Oscar e Iván al unísono.
-        Uy, uy, tanto secretismo, estos se traman algo- les dije yo a las chicas que les escuchábamos perplejas.
-        Si, si, algo traman estos tres- añadió Marta.
-        Estoy totalmente de acuerdo- dijo María.
-        Venga chicas, que no es nada, no os pongáis así, solo son temas de hombres, futbol, deportes, etc… ya sabéis cosas aburridas- dijo David convenciéndonos y mirándome con cara tierna.
-        Mmmm… - dijimos las tres mientras nos pensábamos si creerles o no.
-        Yo creo, que hablan en serio- dijo María- A Oscar se le nota mucho cuando miente y ahora no lo hace- dijo riéndose.
-        Si, estoy de acuerdo- añadió Marta.
-        Pero que tontas que estáis, venga anda vámonos todos ya.- dijo Oscar.
Después de despedirnos con besos, abrazos y estrechamientos de mano, todos salieron por la puerta riendo y lanzándonos miraditas.
Fue una comida estupenda, nos lo pasamos genial y al final todo salió bien. Oscar, David e Iván congeniaron muy bien. Y ahora María, Marta y yo parecíamos como tres hermanas muy unidas y felices con nuestras parejas.