Marta
Marta me cogió de la mano como a una niña pequeña y me llevó tan rápido como podía a la habitación. Por el pasillo Marta saludó a la pequeña Luna, acariciándola la cabeza y diciéndola: “¿Cómo esta mi perrita preferida?”. Llegamos a mi cuarto y enseguida abrió el armario y pasaba las perchas observando los modelos, mientras decía:
- Amiga… tu lo que necesitas es una renovación de vestuario querida. Un día de estos en cuanto pueda te vas a venir conmigo de compras veras que bien lo pasas, además así te veras más guapa. Pero mientras tanto… mm... elegiremos esta falda con esta blusa, porque además no hace mucho frio que digamos…- dijo mientras cogía la falda vaquera y la blusa roja.
Yo me quedaba alucinada como podía combinar la ropa y hacer conjuntos preciosos con tanta facilidad… Era imposible no envidiarla, yo no tenía tantas cualidades como ella y eso me hacía sentirme peor…
Para no cabrear más a Marta, cogí la ropa que dejó en la cama y me la puse sin rechistar. Mientras me la ponía, ella se dirigió hacia el baño mientras me decía:
- En cuanto termines te pasas por el baño que te voy a dar dos brochazos- dijo exageradamente.
La verdad que Marta me cuidaba mucho, era como mi hermanita mayor, como casi mi madre, no sé qué haría sin ella. En cuanto terminé de vestirme me fui al baño sin demorar el paso, ya que observé el reloj y era bastante tarde. Normal que Marta estuviera enfadada, siempre llegaba tarde a todos los lados aunque no quisiera. Verdaderamente era un poco patosa y descuidada. Llegué al baño y allí estaba ella esperándome con una brocha en una mano y los polvos del maquillaje en la otra. ¡Ni que pareciera una carrera contrarreloj! Pero no quise rechistar o si no Marta se hartaría de mí. Me dio unos cuantos brochazos me puso un poco de rímel y me pinto los labios de un rojo pero no tan intenso como el suyo. Yo tenía los ojos verdes, un color tan especial, era lo único que me gustaba de mi, mis ojos. Aunque yo era morena; de pelo largo y un poco rizado, ella decía que a mí el rojo me quedaba tan bien como a ella incluso me daba un aire más sexy. Cuando decía eso no podía evitar reírme y acababa dándola un codazo para que no dijera esas cosas.
- Y con esto ya estas lista… A ver déjame que te vea… Preciosa Elena, no necesitas más, no entiendo cómo puedes verte fea ¡si eres bella hasta sin maquillar!- admitió.
- Mmm... la verdad que si es verdad me has dejado guapísima, pero solo porque me has arreglado tú que si no… no sería lo mismo. Gracias Marta, que haría yo sin ti- dije tiernamente dándola un abrazo.
- De nada tonta, sabes que para eso estamos. Pero bueno dejémonos de mimos y vámonos ya anda. Venga coge el bolso y ponte esos tacones- dijo señalándome unos rojos que ella misma había elegido.
Rápidamente termine de calzarme, cogí el bolso y salimos las dos por la puerta.
Hacía un día precioso, pero como bien había dicho Marta, mucho pero que mucho calor, menos mal que nos dirigíamos a tomar algo en un sitio cerrado con aire acondicionado…
Por el camino yo seguía en mi nube, más bien en mi nube de recuerdos, de tristeza, recordaba la imagen de David que había visto hace poco en aquella foto. Pero pronto Marta se dio cuenta de cómo estaba e inmediatamente me dijo:
- Bueno ¿me vas a contar hoy que te pasa o mañana? Porque veo que sigues en tu nube como antes.
- Pues veras… es que… yo…- dije entrecortada.
- Espera déjame adivinar… Te sentías sola esta tarde y te la has pasado entera recordando a David ¿no es así?- dijo muy convencida.
- Pues la verdad es que… si- logré decir. - Es que Marta, no logro olvidarle y esta tarde pensando en él me ha entrado la tentación de abrir el cajón donde tenía todos sus recuerdos, sus regalos, sus cartas… y…- no pude seguir pues Marta me corto.
- Y claro, no has podido evitar leerlas o ponerte a recordar cada momento con el ¿no? Me lo temía, al verte en la puerta me imaginé que sería eso, te conozco demasiado bien y se cuando estas triste y cuando no…. Elena, no sé si te das cuenta que así lo único que haces es hacerte más daño a ti misma ¿Es que no te das cuenta?- dijo arrugando el ceño y un poco preocupada.
- Pues... si pero es que… le hecho tanto de menos… había olvidado su rostro y necesitaba recordarle una vez más, además creo que eso me da fuerzas…- dije algo triste y avergonzada.
- ¿Qué te da fuerzas Elena? ¿Tú te crees que el estar así de embobada y en tu mundo y estar así de triste te da fuerzas? Mira, sé que le quieres mucho pero Elena, ¿Qué puedes hacer ya? Fue él el que te dejo. No puedes culparte tú de nada. Y ni se te ocurra hacer ninguna locura que te conozco ehh, ¡por favor prométemelo Elena!
- Pero yo… yo…no sé…- dije casi tartamudeando.
- ¡Ni peros ni nada Elena! Por favor prométemelo, no quiero que te vayas de mi lado, eres una de mis mejores amigas y aquí tienes todo lo que necesitas. Además hay más tíos en el mundo cielo.
Marta sabía perfectamente lo que yo podría hacer pues siempre lo había tenido en mente meses después de que me mi madre muriera y no era precisamente suicidarme ni nada por el estilo... ¿Para qué iba a querer suicidarme si lo único que quería era estar con David? Siempre soñé que volvía a Madrid por él, que dejaba todo lo que aquí tenía para empezar una nueva vida o mejor dicho mi pasada vida con él. Pero había muchas cosas en las que pensar, pues como bien decía Marta aquí lo tenía todo, mi trabajo, mis niños, mis amigas, etc.… No era fácil, asique dejé de pensar en ello y para olvidar el tema conteste a Marta:
- Está bien...- dije a regañadientes mirando a otra parte- te lo prometo…
- Bueno… ¡eso espero ehh!