Pensé en David, no quería contarle nada sobre mi desmayo. No era plan de preocuparle por una tontería, así que le llamé pero solo para contarle que quedábamos mañana. Me senté en el sofá, pues estaba ya cansada. Luna, dio un salto y se tumbó en mis piernas moviendo la colita alegre. Cogí el móvil y busqué el número de David. A los dos toques me lo cogió.
- Hola preciosa.
- Hola cariño, ¿Cómo estás?- le pregunté.
- Yo muy bien, echándote de menos ya y eso que solo ha pasado un día sin verte- me dijo cariñosamente.
- Yo también te echo de menos así que había pensado en que nos viéramos mañana, ¿Qué te parece?
- Por supuestísimo, estoy deseando verte. Me viene bien, además mañana no tengo nada que hacer, ¿Dónde?
- Pues lo cierto es que van a venir a comer mis amigos: Oscar, su novia María, mi amiga Marta y su novio Iván y quería presentártelos asique te agradecería si aceptases mi invitación. Me gustaría que vinieras, por favor- le dije con voz de súplica.
- Mmm...- pensó durante unos segundos - suena bien, con tal de estar contigo me voy donde haga falta preciosa- dijo con esa voz tan dulce.
- Gracias cielo. Pues es que tengo que ir al colegio por la mañana y mis amigos vendrán a las dos así que, si no puedes venirte antes, pásate también a las dos por mi casa- le dije esperando que se ofreciera a recogerme en el colegio.
- Pues yo he pensado algo mejor. Te recojo cuando salgas del colegio y nos vamos juntos en mi coche a tu casa y así te ayudo con la comida ¿te parece bien?- se ofreció.
Dicho y hecho. Como le conocía. Si es que era un encanto. Me sentía como una reina cuando me recogía en su coche, me hacía sentir muy bien.
- Vale si no tienes nada que hacer. Muchas gracias David.
- ¿A qué hora sales?
- A la una aproximadamente.
- Está bien, estaré en la puerta esperándote cinco minutos antes, como un buen caballero- dijo entre risas.
- Como quieras- dije riéndome yo también- nos vemos mañana. Estaré esperando impaciente el momento de verte y besarte- le dije pícaramente.
- Y yo de abrazarte, de corresponderte a ese magnífico beso y llevarte en mi coche- dijo dulcemente.
- Descansa cariño y sueña con los angelitos.
- Entonces soñaré con uno en especial llamado Elena.
- Y yo con uno muy hermoso llamado David. Hasta mañana te quiero.
- Adiós princesa, descansa, te quiero.
Y colgué de nuevo el móvil. Un suspiro de amor. Cada vez me enamoraba más de mí querido David. Era tan maravilloso, tan perfecto. Había cambiado físicamente durante estos dos últimos años, pero seguía siendo igual de simpático, atento y le amaba tal y como era. Deseaba impaciente que llegasen la una de mañana y poder besarle, poder sentir su aroma a esa colonia tan especial que no sabía cuál era pero que me encantaba y me hacía sentir un fuego ardiente en mi interior. Poder abrazarle y sentir sus manos en mi cintura mientras que un escalofrío recorría mi cuerpo. Era algo magnifico.
Estaba muerta de sueño así que cogí a Luna en brazos y me fui a la habitación con el móvil en la mano. Dejé a la perrita en la cama y me puse enseguida el pijama, me cepille los dientes y me quité el maquillaje. No tardé en tumbarme en la cama y caer dormida profundamente. Definitivamente había sido un día muy ajetreado. El hospital me había cansado, los nervios por el problema con Carlos, toda la tensión acumulada, etc.
Aquella noche fue la primera en mucho tiempo que dormí en condiciones. Recuerdo que soñé con Carlos, que no me perdonaba y que me pegaba, que no le importaba nada mi amistad y le perdía para siempre. Más bien fue una pesadilla, pero al levantarme y ver que había sido un sueño respiré tranquila.
Me desperté feliz con una sonrisa iluminando mi cara con ganas de que ese día fuese especial y tenía el presentimiento de que lo iba a ser. Me di una ducha rápida y salí con la toalla para abrir el armario y pensar que podría ponerme para impresionar a David ese día. ¿Falda? ¿Pantalón? Tras unos minutos dudosa, me decidí. Falda corta. Sí, perfecto. Cogí un conjunto de falda corta de vuelo blanca con una camiseta de tirantes con escote en forma de pico que me daba un tono veraniego y me sentaba muy bien. Unas sandalias blancas atadas al tobillo y preparé mi bolso cruzado gris.
Yo nunca había dado importancia a mi cuerpo, nunca me preocupaba por ir guapa o no, pero desde que David entró en mi vida todo cambió. Él me hizo ver cosas que yo no veía ni valoraba de mi cuerpo. Cuando quedaba con él siempre me gustaba que me viera guapa, siempre, incluso cuando salí con él por primera vez en Madrid. Después de los dos años que estuve sola en Cádiz, amargada y triste sin encontrar la felicidad, descuidé mi imagen. Ya no me importaba que ponerme, pues no estaba allí él para que me encontrara esplendida y hermosa. Y por supuesto no pensaba en fascinar a nadie más. Pero cuando su amor volvió, con ello volvieron las ganas de arreglarme, de verme guapa, aunque claramente Marta también influyó mucho ayudándome y apoyándome en cada momento incluso antes de que él volviera.
Me fui a desayunar y decidí alimentarme bien, tanto que acabé con el estomago lleno, parecía que iba a explotar. Eran las nueve y media. Recogí la cocina, hice la cama y fui al baño a arreglarme. Lavarse los dientes, hidratarse la cara, maquillaje sencillo pero que resaltara y estirar mi larga melena morena. Lo de todos los días.
“Perfecta Elena”-pensé mientras me miraba una vez más al espejo.
Cogí el bolso con el móvil, pintalabios, peine, raya, monedero, clínex y las llaves que las tenía que meter después de cerrar la puerta.
Salí decidida de casa, casi dando saltitos de alegría, parecía una chica de quince años. Aunque me sentía mal por Marcos aun, conseguí olvidarme de él por unos días y cuidarme más a mí misma. Reír y ser feliz me venían muy bien en esos momentos.