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(David)
Dudaba que hacer, no sabía si llamarla o no. Pero de alguna manera u otra tenía que avisarla de que por fin había vuelto a su lado, por fin estaba cerca de ella de nuevo. No había dejado de pensar en aquella mujer que me había hecho tan feliz hacía dos años allí en Madrid. Aquella muchacha tan dulce, hermosa y cariñosa que con solo su sonrisa me hacía el hombre más feliz del mundo. Después de dos años separado de ella, por fin había conseguido trasladarme por el trabajo. Me había costado convencer a mi jefe para poder elegir como destino Cádiz, pero al fin lo conseguí. Fue el mejor día de mi vida cuando me dijeron que empezaría a trabajar allí a partir de ahora. Algo que siempre había deseado durante dos años.
El dejar a Elena fue un error, un gran error que cometí aquel día. Se me partía el alma verla mal. Cuando salió corriendo con lágrimas en sus ojos, sin entender por qué, sin que lograra darla ninguna explicación. Fue algo que jamás me perdonare. ¿Por qué lo hice? Tenía miedo de sufrir si ella estaba lejos, pensaba que así sería lo mejor para los dos, no quería que sufriera queriéndome sin poder vernos. Pero al final mi intento de hacer lo mejor para mi querida Elena, fue en vano. Al final, pensando que yo sería capaz de seguir con mi vida, no pude. Era demasiado. Cada momento, cada lugar, cada cosa me recordaba a ella. Me venía a la mente esa dulce mirada, esos ojos color verde esmeralda con ese brillo especial que la hacía tan hermosa. Esos besos con sabor a frambuesa que me volvían loco, aquellos abrazos. Esos paseos por nuestro parque de siempre. Cuando se cabreaba conmigo, me encantaba la carita tan linda que ponía.
En todos estos años no había tenido valor ni fuerzas para llamarla, para al menos preguntarla qué tal le iba. Si, quizás penséis que fui un cobarde. Tenía miedo. No sé por qué, pero temía volver a oír su voz y arrepentirme más aun si cabía por haberla dejado escapar. Además siempre me preguntaba lo mismo. ¿Qué la diría después de tantos años? ¿Cómo reaccionaría ella? ¿Me cogería el teléfono? Por fin había llegado la hora de averiguarlo.
Decidido cogí el móvil y busque su número. Siempre lo conservé, incluso sus cartas, sus regalos, aquellas entradas de cine, todo lo que me recordara a ella. Nunca fui capaz de tirarlo. Significaba demasiado. Primer toque, nada. Segundo toque, tampoco lo cogía. Tercer toque, seguramente no querría hablar conmigo después de dos años. Cuarto toque… y descolgó
Hubo un silencio incomodo, en el que ninguno de los dos sabíamos que decir. Al final, me dispuse a hablar yo, era lo justo.
- Hola- dije algo tímido.
- Ho…hola- dijo ella sorprendida, tímida y con miedo.
Al principio no reconocí la voz después de tantos años, aunque sabía que era ella la pregunté para comprobarlo.
- ¿Elena? ¿Eres tú?- pregunte dubitativo.
- Sí, soy yo- dijo al fin.
Ahora sí, era ella, estaba seguro. Aquella voz. Dulce y agradable voz. Después de tanto tiempo volvía a hablar con ella. No sabía que decirle. Mi mente se había quedado en blanco por un momento. Me hubiera gustado preguntarle miles de cosas, pero fui paciente. Primero quise saber qué tal le iba en Cádiz. No le di ningún indicio a pensar que yo estaba también en la misma ciudad. Me contesto que ella estaba bien pero lo que me sorprendió fue su pregunta seria y borde. “¿puedo saber porque me has llamado después de tantos años? Por qué no me creo que me eches de menos…” Aquello me dolió. Pero era normal. Si yo fuera ella también me lo hubiera preguntado. Me imaginaba que estaba dolida. Pero intenté ser lo más amable posible, se lo merecía.
- Bueno…, pues yo… quería llamarte porque ayer por fin me mude de Madrid, el trabajo me impedía quedarme más tiempo allí…
- Ya, pero y a mi ¿que más me da donde te vayas? Es tu vida, ya todo se acabó y me da igual lo que hagas con ella.
Esa respuesta me llegó al corazón. Me dejaba claro que lo había pasado mal e intentaba poner a su orgullo por delante para mostrarse fuerte ante mí. Lo comprendía, era normal. Me había comportado como un autentico cabrón y no merecía su perdón. Cogí aire para intentar decirle que estaba en Cádiz y no en Madrid. Al escuchar aquello se sorprendió. Su voz era de alegría, mezcla de nerviosismo, temor o miedo. Un poco de todo. Seguíamos hablando, me sentía confortable escuchándola. Deseaba verla de nuevo, aunque ella no tuviera esa misma ilusión. Hablando y hablando nos dimos cuenta que vivíamos en calles paralelas. En ese momento una sonrisa dibujo mi cara. “Increíble, el destino nos ha vuelto a juntar- pensé- si al menos pudiera perdonarme… no volvería a fallarla jamás” Al final logré convencerla para quedar y vernos una vez más. Aceptó, eso era lo más importante. Quedaríamos mañana por la mañana, pues por la tarde ya tenía planes. Me preguntaba qué tipo de planes tendría. ¿Habría quedado con algún amigo? Espera, un momento. ¿Y si tenía novio? No quería destrozarle más la vida, si tenía a otra persona lo entendería y me alejaría. Era lo que menos podía hacer después de todo. Tendría que descubrirlo mañana cuando la viera. Me ofrecía recogerla en su casa y ella me dio el número del portal y el piso. Me sentía exitoso y a la vez con una inmensa felicidad. Era el hombre más afortunado del mundo por volver a encontrarla, por volver a escuchar su voz, a sentirla… Al rato colgamos ambos, la despedí con un beso de buenas noches, beso que ella no correspondió. Pero no pasaba nada, no quería rendirme. Necesitaba que Elena me diera otra oportunidad, la ultima para no fallar de nuevo.
Así que con este pensamiento en la cabeza me fui a la cama quedándome en bóxers y con mi mente llena de recuerdos y problemas. Pero lo más importante con su imagen en mi cabeza.
- Mañana será un gran día…Si, lo será… -dije adormilado cerrando los ojos para caer en un sueño profundo con una sonrisa dibujada en mi rostro durante toda la noche.